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Valparaíso Cultural

Comentario Literario: "La vida privada de Emile Dubois" de Patricio Manns

Por Alejandro Lavquen.
Fuente: Página Web del Autor

portada libro patricio manns

Bajo el sello de Editorial Alfaguara, Patricio Manns nos entrega su novela "La vida privada de Emile Dubois", que narra los crímenes del inmigrante francés cometidos en Valparaíso a principios del siglo XX. Dubois, con el paso de los años, se ha convertido en una leyenda, incluso en un personaje de devoción popular. Hasta su tumba, ubicada en el cementerio de Playa Ancha, llegan cientos de personas para solicitar favores o agradecer los favores cumplidos. Allí se puede observar una glorieta llena de placas que manifiestan el testimonio de sus devotos.

En la novela, Manns nos presenta a un Emile Dubois que transita entre el criminal y una especie de justiciero social. Parte de su sicología es la de un artista (de hecho a su manera lo es) que padece delirios de figuración y posee una vitalidad sexual exuberante que distribuye entre sus amantes. El lugar elegido para sus asesinatos es Valparaíso, donde los crímenes que planifica serán su más trascendental actuación. Dubois –entre otros oficios- es actor, se considera el mejor actor del mundo y lo expresa en estas palabras: "Yo no huyo ni me oculto. Soy un actor, un gran actor, el mejor actor del mundo y estoy frente a mi público. (...) Ése es el teatro, el viejo teatro del mundo. Pero en lugar de una pequeña escena miserable, escogí como escenario todo el puerto de Valparaíso, como si se tratara de un retablo mágico, gigantesco, expresivo y potente para mi más importante representación trágica". El mundo es una tragedia, matizada, de vez en cuando, por destellos de felicidad, quién lo duda, y personajes como Dubois, Jack o Landru, surgen de las catacumbas sociales de esa tragedia. Como aquéllos, Dubois es un asesino selectivo, él sólo mata usureros, todos extranjeros, nunca asesina niños ni mujeres, tampoco chilenos. El protagonista no se oculta, sino que vive sin temores ni remordimientos, asiste a los funerales de sus víctimas, se escabulle y no se escabulle, siempre con aires de grandilocuencia, desafiando a la policía que sigue sus pasos, aunque la novela no detalla las pesquisas de ésta. Dubois es tierno y, en ocasiones, violento con alguna de sus mujeres, también comprensivo y sueña con la tranquilidad de un hogar definitivo, posee un humor extraño, indefinido, a veces cerca de lo cruel. Pero es un idealista, defiende a los desposeídos, participa en una huelga y protesta junto al pueblo, al que increpa por su indecisión para responder a la violencia de las autoridades. Incluso ajusticia a un comisario de la policía, que resulta ser un inmigrante italiano nacionalizado. Cuando es capturado niega todos sus crímenes hasta el final, pero como dice haberse informado por la prensa de los sucesos, los defiende y justifica con vehemencia y fundamentos que muestran sus conocimientos e inteligencia, aunque nada de eso lo salvará de la muerte, que en el fondo es la última actuación de este autodenominado mejor actor del mundo, incluso podemos percibir que posiblemente él mismo buscaba una manera "heroica" de morir: el fusilamiento en este caso. Este acto final se puede entender (tal vez) como el triunfo -¿pasajero?- de los inseguros, los opresores, los temerosos, los ordinarios, ante el héroe, el mito, la leyenda popular, el transgresor. Digo esto un poco tomando el punto de vista de Raskolnikov, el personaje de Dostoievski, cuando plantea su teoría de los hombres que nacen destinados a romper los convencionalismos de todo tipo e incluso pueden pasar por sobre la vida de otros. Dubois tiene bastante de ese perfil sicológico.

Manns construye una novela muy bien estructurada y escrita, documentada, entretenida, con una gama de personajes de todas las estirpes: el servicial Mercuriano Apronte; La Metro Ochenta, regenta de un lupanar y que adora la poesía, sobre todo la de Pushkin; Gioconda; Francisca Ascárraga, la compulsiva amante adinerada; Léa la fiel enamorada; Joseph Hofmannsthal al que Dubois niega la muerte que le solicita; Hermógenes, un chico acostumbrado a vivir de lo que se le ofrezca con tal de subsistir en los bajos fondos y la cárcel. Toda una galería de personajes delineados con destreza. Los lugares son descritos con propiedad y humor, Manns sabe de humor cuando denominada sus personajes y locaciones: un prostíbulo llamado "El Dedo sin Uña" y una iglesia denominada "La Santa Sed" lo confirman. Entre líneas nos encontramos también con alusiones a personajes siniestros de nuestra historia reciente. Llaman la atención tres pasajes –de gran factura- donde el protagonista se topa con el poeta Carlos Pezoa Véliz, que fue contemporáneo de Dubois, un homenaje generoso y merecido que le rinde Manns al autor de "Tarde en el hospital". Esta mezcla de ficción y realidad resulta todo un acierto literario, que corrobora al autor en su faceta de escritor. "La vida privada de Emile Dubois" es una novela que no debería pasar inadvertida, pues reúne todos los elementos que la colocan entre las mejores que se han publicado en el último tiempo en Chile.

ALEJANDRO LAVQUEN

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